Sus números han sido la gran revelación de la temporada estadounidense, los críticos han mentado una y otra vez a Shakespeare y a
Los Soprano y su reparto es considerado el más sólido y potente de toda la parrilla estadounidense. Hasta Víctor Valdés, Pedro, Silva o Sergio Busquets, futbolistas e internacionales absolutos con la Roja han declarado su pasión por ellos. Sin embargo
Hijos de la anarquía no acaban de encontrar su hueco en el Olimpo de las series televisivas. "No quiero hacer un show que todo el mundo mire. Nos hemos dado cuenta de que no importa lo bueno que sea: por la violencia y el tono de la serie nunca vamos a conseguir saltar al siguiente nivel" declaraba hace unos meses Kurt Sutter, el cerebro del asunto, al periódico Wall Street Journal.
Sutter ya demostró contundencia con su anterior trabajo,
The Shield , en el que enlazó -capítulo tras capítulo- algunos de los momentos más brutales que ha dado la caja tonta en los últimos años y cuya última temporada (la séptima), dirigida en su mayoría por Clark Johnson (
The wire ), rivaliza con cualquier otra serie habida y por haber. Precisamente fue al final de
The Shield , en 2008, cuando Sutter decidió que quería hacer algo distinto y que
los Ángeles del Infierno podían ser un buen sujeto para su siguiente trabajo. Así fue como el guionista se pasó varios meses en el sur de California empotrado en un club de motoristas cuyas actividades -según admitía el propio Sutter- iban más allá de sus trabajos diurnos. De allí salió
Hijos de la anarquía, una serie que acontece en un pueblecito ficticio enclavado en el Valle de San Joaquín (California) llamado Charming y que cuenta la historia -con tintes vodevilescos- de un grupo de Ángeles del Infierno, comandados por Clay Morrow, un personaje memorable, a medio camino entre Tony Soprano y el Rey Arturo, al que da vida Ron Perlman.
"Hola amigo" suelta el actor desde Los Ángeles nada más ponerse al teléfono para una charla con El País. Después menciona otro puñado de palabras en español, de las cuales solo hay una publicable: "cerveza". El resto son improperios, insultos o expresiones malsonantes que el realizador Guillermo del Toro -que le ha dirigido en varias ocasiones- tuvo a bien enseñarle. "Lo imprescindible para vivir en España" asegura Perlman entre carcajadas. Al intérprete le llueven los elogios por Hijos aunque asegura que no le afectan: "hermano, yo voy por la vida agachando la cabeza. Intento hacer mi trabajo lo mejor posible. No es problema mío lo que digan de la serie, el único problema que tienen las críticas es que afectan a la duración del show: si hubiéramos hecho una serie de mierda a nadie le gustaría y nos cortarían el grifo, en cambio ahora ya hemos firmado por una tercera temporada y puede que haya una cuarta. Dicho esto: uno siempre espera triunfar y es muy difícil hacerlo, así que tienes que disfrutarlo mientras dura. Eso sí, no demasiado".
Para Perlman el éxito de
Hijos de la anarquía y el hecho de que la serie haya doblado su audiencia entre la primera y segunda temporada (incluso la ha triplicado en targets tan sabrosos como la de los espectadores cuya franja de edad va de los 34 hasta los 50) se debe especialmente a un factor: "¡Porque es Hamlet tío!. El rey está muerto y la pelea por el trono se abre, así que además de la tensión propia de vivir en un mundo sin leyes, violento e impredecible se habla de la legitimidad del rey y de su reino y que es lo correcto y lo equivocado. Es un muro de tensión y caos que parece gustar a la audiencia".
Puede que
Hijos de la anarquía (el nombre de guerra del motoclub) no hayan conquistado al gran nicho de la audiencia generalista pero lo que si han conseguido es que los críticos hayan alzado la ceja, entronándola como la heredera (certera y cercana) de las aventuras de Tony Soprano y su prole. El código ético de los motoras, más cercano al medievo y a la edad de hierro que al s.XXI; su particular reinterpretación del término "intriga palaciega" y la brillantez en el uso del secretismo como ventilador narrativo colocan la serie en un lugar muy alejado del gusto genérico. Sin embargo, tras su obvia vocación de serie de culto se esconde un producto adulto, algunas veces alocado, con continuas bofetadas al espectador (en forma de episodios en los que los personajes son maltratados sin discriminación de raza, religión, edad o sexo) y con una reina inesperada: la actriz Katey Sagal.
Sagal ("Katy es la bomba tío, no te da tregua" dice Perlman de su partenaire) resultará familiar para los amantes de la sit-com gracias a su papel de Peggy en la mítica Matrimonio con hijos, es la esposa en la vida real de Sutter. Esto, junto al hecho de que nadie sabía como encajaría la actriz en un papel de tintes ultra-dramáticos creo cierto escepticismo en el mundillo televisivo. Al final, su ejecución del papel de primera dama del motoclub ha cerrado y abierto bocas por doquier. Se han hartado de comparar su rol con el de Lady Macbeth y de glosar sus inmensas dotes actorales, tanto que Los hijos serían menos que nada sin su concurso y es justo decir que la actriz es ,ahora mismo, la propietaria del personaje femenino más rotundo de la inacabable parrilla estadounidense, y eso a pesar de no aparecer en ninguna de las cuatro grandes cadenas públicas del país.
En España
Hijos de la anarquía volverán la próxima semana -de lunes a viernes, 23.55) a la parrilla de Fox Crime (Dial 19 de Digital +) con la reemisión de sus dos primeras temporadas. Para su esperadísima tercera entrega (solo hay que ver el desenlace de la segunda para entender por qué) habrá que esperar un poco más. También arrancará de cero en Antena 3, aún sin fecha de emisión.
Mientras tanto, los aficionados a las motos en su vertiente más purista (para entendernos, los fans de las Harley & Davidson, factoría que ha apoyado el proyecto desde sus inicios) ya tienen algo que les alegra la vista. "Sí, es un culebrón pero es nuestro culebrón" se repite en los foros dedicados a la serie. De momento, y como dice la canción de Curtis Stigers & The forest Rangers que se ha convertido en el himno de Hijos de la anarquía: "la vida es corta, es un hecho cariño. Vívela bien, porque no vas a volver"